lunes, 19 de enero de 2004

Barcelona dice Paz

De En la banquina


11 de marzo en el barrio romano de Barcelona. Se está metiendo el sol y todavía no había nada claro. Una o dos o quizá tres bombas explotaron en la estación de Atocha, en Madrid. El jefe del gobierno culpa a ETA, pero muchos piensan que es una replica a la participación de España en la invación de Irak. Faltan 4 días para las elecciones y la bronca desplegada en manifestaciones antibelicistas durante los últimos 6 meses, ahora es desconcierto. Es un respiro antes de la reacciones. Es un momento de dolor antes de decidirse por cambiar las cosas.

Lima: La escalera y la duna

De En la banquina
Dicen que el alcalde de Lima es un gran alcalde. Dicen que es bueno porque hace obras. Su amor son las escaleras, que a su modo le facilitan la vida a la gente. Son los desplazados por la violencia, por la pobreza, por la necesidad que construyeron ahí, en la duna, frente al mar. Tenían que subir metros y metros por la arena, hasta donde habían montado sus casitas con lo que encontraron a mano. Primero les llegó la luz, pero las escaleras amarillas son un gran avance en una tierra inhabitable y usurpada. Metáforas del ascenso social.
Son los razgos de la cultura combi, de la informalidad convertida en norma. La primera vez en Lima, un taxista que me llevó a recorrer la villa El Salvador en las dunas, me dio un instructivo para entender que nada es lo que parece. Usó una fábula: el adolescente le cuenta a su amigo que quiere tirar (coger) con una prostituta con todas las enfermedades, después tirar con la empleada para que su padre que también tira con la empleada se contagie, entonces su padre contagiará a su madre con la que se acuesta. ¿Para qué quieres hacer eso?, le preguntó el amigo. Para que mi madre contagie a su amante, porque a ese hijo de puta quiero joder.
Las formas esconden el resentimiento que se retuerce invisible en las relaciones hasta que por fin llega la venganza. Las escaleras son un alivio que no sofoca un rencor latente.


lunes, 12 de enero de 2004

Nazca



Al valle lo plancharon los fríos que trae el mar desde la Antártida, el Sol que tiene la potencia de 10 soles cuando estás tan cerca del Ecuador y la lluvia que nunca deja de ser garúa. Alrededor hay unos cerros pelados y en el medio, unas líneas que se combinan en formas geométrias que refieren a animales. Pero como muchos saben y están de acuerdo en ocultar, esas líneas fueron construidas para desviar la atención sobre Nazca, un pueblito vecino donde funciona -escondido detrás de una maraña de calles inmemorizables- un pequeñito restaurante. Allí se puede probar por 5 soles un ceviche único, gracias a los artilugios que un pueblo montó durante miles de años para proteger su secreto más valioso.

Y muchos amigos peruanos se horririzarían si escucharan la historia que conocí de primera mano. Un hijo de ingleses, muy mayor para cuando me lo contó, pero demasiado preciso en los detalles, me habló del origen de las líneas. Y me dijo: ¿no le sorprende que las hayan encontrado recién en 1927? El viejo me lo relató sentado en un banquito en frente del malecón, en Miraflores, en ese parque donde la municipalidad imita las lineas de Nazca con plantas de colores. Según su versión, la famosas líneas (las originales), fueron construídas por un grupo de obreros ingleses desempleados después de tender el ferrocarril. El padre del viejo fue uno de los obreros, que fueron contratados bajo pacto de silencio y generosas ganancias por el arqueólogo que luego se haría famoso por descubrir las líneas que mandó hacer.
El pueblo de Nazca juntó dinero suficiente para encargar la obra y atraer visitantes ocasionales. Porque, seamos sinceros -me decía el viejo: ¿a quién se le ocurriría ir de turismo a Nazca? Con la maniobra ganaron todos: el pueblo protegió su secreto culinario y consiguió visitantes que les dejaron dinero, especialmente a los dueños del único avincito de la zona que es utilizado para lograr vistas aéreas; y también ganó el arqueólogo (fanático confeso del ceviche entonces por la difunta Mercedes y ahora recreado de acuerdo a la receta familiar por sus hijos y nietos), ya que se hizo famoso por su aporte a la historia y cuidó su platillo de delirio.

lunes, 5 de enero de 2004

Pachacamac (Lima)



Detrás de Pachacamac está Pachacamac. Desde el mar se ven las ruinas restauradas que alguna vez fueron un complejo religioso hacia donde peregrinaban incas para adorar a la luna al sol y a la tierra. Pacachamac tapa a la otra Pachacamac, la villa que trepa por los cerros arenosos, hacia donde siguen llegando peregrinos desplazados desde la sierra que migran a Lima para buscar otra vida. Pachacamac, la visible, es una atracción turística. Pachacamac, la que no se ve, es un suburbio en el valle de Lurín a unos kilómetros de Lima donde algunos llegaron para quedarse.