lunes, 29 de noviembre de 2004

Caribe (El Limón)



45 minutos de Caribe (según los sueños). Puerto Limón es uno de los más grandes del Caribe sur. La sala del Consejo Municipal de la ciudad tiene unas mesas de una madera rojiza y espesa, los ventiladores giran en el techo, por la puerta de dos hojas se ve una plaza tomada por plantas descontroladas, rodeada de unas barandas bajas, y por ahí debe estar el Limón que le puso nombre a la provincia. Casas de colores, paredes y techos de lata, porque el frío no preocupa.

Dicen que por ahí hablan Mekatelyu (creole de Limón, esa mezcla de idiomas coloniales adaptados al Caribe). También cuentan que la marea a veces deja bolsas de droga, que abandonan traficantes para luego recoger. Dicen.
Pero no es el Caribe imaginado. Falta una playa con palmeras, arenas blancas, naturaleza muerta. Unas horas al Sur, en Puerto Viejo está todo eso: los calles son de tierra, el límite con Panamá está muy cerca. El bus llega y espera 45 minutos para volver. Ese es el tiempo de la primera vez en el Caribe (según los sueños).
A la noche, de nuevo en San José, del otro lado de Costa Rica, para volver a partir.

lunes, 8 de noviembre de 2004

sábado, 30 de octubre de 2004

Entre tinieblas



Mejor no hablar (de ciertas cosas)

Luca Prodan

Una mujer, una mujer atrás,
una mujer atrás de un vidrio empañado. 
Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas. 
No, mejor no hablar de ciertas cosas. 

Un tornado, un tornado, un tornado... 
Un tornado arrasó a mi ciudad y a mí jardín primitivo. 
Un tornado arrasó a tu ciudad y a tu jardín primitivo. 
Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas
no, mejor no hablar de ciertas cosas. 

Yo, yo, yo, yo... 
Yo tuve la mejor flor, la mejor de la plata más dulce
Yo tuve la mejor flor, la mejor de la plata más dulce
Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas. 
No, no, no, mejor no hablar de ciertas cosas. 

(…)


Lima en una mañana de octubre. El vapor de la ducha cubre el espejo en el cuarto de uno de los hoteles baratos de la avenida San Borja. La niebla de la ciudad no deja ver mucho más allá. Afuera hay resentimiento, están las mismas amenazas que los obligaron a separarse, pero escondidos en esa habitación para amores que no deben verse, siguen eufóricos por el regreso. También están envueltos por una niebla que no los deja ver mucho más allá, pero alcanza con el momento.
El vapor garabatea luces y sombras sobre el espejo. Y ellos que no quieren ver, descubren en la foto los garabatos de luces y las sobras de un amor, allí de pie, diluido en millones de gotitas invisibles de agua. Es un dilema de perspectivas. Sobra la mesa de luz está la botellita de ron, la computadora y un poco de sandwich de pollo, lo poco que un amor clandestino necesita para sobrevivir.
Pero el verano le borra la garúa a Lima y el mar vuelve cada año a verse infinito desde el malecón. La niebla se esconde por unos meses, los amantes clandestinos salen a la luz, vivir se empieza a conjugar en futuro y la historia del amor perseguido está quedándose sin argumentos.
Había un final escrito: el devía volver. Y el avión cruza la Cordillera que en él tantas veces separó mundos y tiempos. Entonces, la foto del vapor garabateando luces y sombras se ve distinta. La silueta del amor se ha vuelto casi invisible. Cuestión de perspectivas. Ahóra sólo ve formas blancas que le recordaban los miedos infantiles a la soledad y la muerte.

viernes, 12 de marzo de 2004

11-M: Madrid quiere saber de que se trata


12 de Marzo. Madrid. Un día después de las bombas en Atocha hay tristeza, hay impotencia. La verdad ha sido manipulada, pero el día después es el día del repudio a la violencia. La gente salió a las calles bajo una lluvia que lo calaba todo, para demostrar algo. Era la manifestación oficial, donde pleveyos y nobleza marchaban. De todos las callecitas salía alguien. Se juntaron más de dos millones de personas en las plazas Colón y Atocha.
Estábamos empapados tomando algo caliente cuando llegó el primer mensaje al celular de un amigo. Y después otro y sonaron también los de las mesas de al lado mientras se veía en la televisión a Aznar de luto. Luego fueron miles. Después fueron millones. Pedían que se dijera la verdad sobre quiénes eran los autores del atentado. Ya nadie creía en el gobierno, que mentía para salvar la ropa en las elecciones del domingo. Era viernes por la noche y el pueblo quizo saber de qué se trata.
Los votos del domingo echaron del gobierno a la derecha.

lunes, 19 de enero de 2004

Barcelona dice Paz

De En la banquina


11 de marzo en el barrio romano de Barcelona. Se está metiendo el sol y todavía no había nada claro. Una o dos o quizá tres bombas explotaron en la estación de Atocha, en Madrid. El jefe del gobierno culpa a ETA, pero muchos piensan que es una replica a la participación de España en la invación de Irak. Faltan 4 días para las elecciones y la bronca desplegada en manifestaciones antibelicistas durante los últimos 6 meses, ahora es desconcierto. Es un respiro antes de la reacciones. Es un momento de dolor antes de decidirse por cambiar las cosas.

Lima: La escalera y la duna

De En la banquina
Dicen que el alcalde de Lima es un gran alcalde. Dicen que es bueno porque hace obras. Su amor son las escaleras, que a su modo le facilitan la vida a la gente. Son los desplazados por la violencia, por la pobreza, por la necesidad que construyeron ahí, en la duna, frente al mar. Tenían que subir metros y metros por la arena, hasta donde habían montado sus casitas con lo que encontraron a mano. Primero les llegó la luz, pero las escaleras amarillas son un gran avance en una tierra inhabitable y usurpada. Metáforas del ascenso social.
Son los razgos de la cultura combi, de la informalidad convertida en norma. La primera vez en Lima, un taxista que me llevó a recorrer la villa El Salvador en las dunas, me dio un instructivo para entender que nada es lo que parece. Usó una fábula: el adolescente le cuenta a su amigo que quiere tirar (coger) con una prostituta con todas las enfermedades, después tirar con la empleada para que su padre que también tira con la empleada se contagie, entonces su padre contagiará a su madre con la que se acuesta. ¿Para qué quieres hacer eso?, le preguntó el amigo. Para que mi madre contagie a su amante, porque a ese hijo de puta quiero joder.
Las formas esconden el resentimiento que se retuerce invisible en las relaciones hasta que por fin llega la venganza. Las escaleras son un alivio que no sofoca un rencor latente.


lunes, 12 de enero de 2004

Nazca



Al valle lo plancharon los fríos que trae el mar desde la Antártida, el Sol que tiene la potencia de 10 soles cuando estás tan cerca del Ecuador y la lluvia que nunca deja de ser garúa. Alrededor hay unos cerros pelados y en el medio, unas líneas que se combinan en formas geométrias que refieren a animales. Pero como muchos saben y están de acuerdo en ocultar, esas líneas fueron construidas para desviar la atención sobre Nazca, un pueblito vecino donde funciona -escondido detrás de una maraña de calles inmemorizables- un pequeñito restaurante. Allí se puede probar por 5 soles un ceviche único, gracias a los artilugios que un pueblo montó durante miles de años para proteger su secreto más valioso.

Y muchos amigos peruanos se horririzarían si escucharan la historia que conocí de primera mano. Un hijo de ingleses, muy mayor para cuando me lo contó, pero demasiado preciso en los detalles, me habló del origen de las líneas. Y me dijo: ¿no le sorprende que las hayan encontrado recién en 1927? El viejo me lo relató sentado en un banquito en frente del malecón, en Miraflores, en ese parque donde la municipalidad imita las lineas de Nazca con plantas de colores. Según su versión, la famosas líneas (las originales), fueron construídas por un grupo de obreros ingleses desempleados después de tender el ferrocarril. El padre del viejo fue uno de los obreros, que fueron contratados bajo pacto de silencio y generosas ganancias por el arqueólogo que luego se haría famoso por descubrir las líneas que mandó hacer.
El pueblo de Nazca juntó dinero suficiente para encargar la obra y atraer visitantes ocasionales. Porque, seamos sinceros -me decía el viejo: ¿a quién se le ocurriría ir de turismo a Nazca? Con la maniobra ganaron todos: el pueblo protegió su secreto culinario y consiguió visitantes que les dejaron dinero, especialmente a los dueños del único avincito de la zona que es utilizado para lograr vistas aéreas; y también ganó el arqueólogo (fanático confeso del ceviche entonces por la difunta Mercedes y ahora recreado de acuerdo a la receta familiar por sus hijos y nietos), ya que se hizo famoso por su aporte a la historia y cuidó su platillo de delirio.

lunes, 5 de enero de 2004

Pachacamac (Lima)



Detrás de Pachacamac está Pachacamac. Desde el mar se ven las ruinas restauradas que alguna vez fueron un complejo religioso hacia donde peregrinaban incas para adorar a la luna al sol y a la tierra. Pacachamac tapa a la otra Pachacamac, la villa que trepa por los cerros arenosos, hacia donde siguen llegando peregrinos desplazados desde la sierra que migran a Lima para buscar otra vida. Pachacamac, la visible, es una atracción turística. Pachacamac, la que no se ve, es un suburbio en el valle de Lurín a unos kilómetros de Lima donde algunos llegaron para quedarse.