lunes, 12 de enero de 2004

Nazca



Al valle lo plancharon los fríos que trae el mar desde la Antártida, el Sol que tiene la potencia de 10 soles cuando estás tan cerca del Ecuador y la lluvia que nunca deja de ser garúa. Alrededor hay unos cerros pelados y en el medio, unas líneas que se combinan en formas geométrias que refieren a animales. Pero como muchos saben y están de acuerdo en ocultar, esas líneas fueron construidas para desviar la atención sobre Nazca, un pueblito vecino donde funciona -escondido detrás de una maraña de calles inmemorizables- un pequeñito restaurante. Allí se puede probar por 5 soles un ceviche único, gracias a los artilugios que un pueblo montó durante miles de años para proteger su secreto más valioso.

Y muchos amigos peruanos se horririzarían si escucharan la historia que conocí de primera mano. Un hijo de ingleses, muy mayor para cuando me lo contó, pero demasiado preciso en los detalles, me habló del origen de las líneas. Y me dijo: ¿no le sorprende que las hayan encontrado recién en 1927? El viejo me lo relató sentado en un banquito en frente del malecón, en Miraflores, en ese parque donde la municipalidad imita las lineas de Nazca con plantas de colores. Según su versión, la famosas líneas (las originales), fueron construídas por un grupo de obreros ingleses desempleados después de tender el ferrocarril. El padre del viejo fue uno de los obreros, que fueron contratados bajo pacto de silencio y generosas ganancias por el arqueólogo que luego se haría famoso por descubrir las líneas que mandó hacer.
El pueblo de Nazca juntó dinero suficiente para encargar la obra y atraer visitantes ocasionales. Porque, seamos sinceros -me decía el viejo: ¿a quién se le ocurriría ir de turismo a Nazca? Con la maniobra ganaron todos: el pueblo protegió su secreto culinario y consiguió visitantes que les dejaron dinero, especialmente a los dueños del único avincito de la zona que es utilizado para lograr vistas aéreas; y también ganó el arqueólogo (fanático confeso del ceviche entonces por la difunta Mercedes y ahora recreado de acuerdo a la receta familiar por sus hijos y nietos), ya que se hizo famoso por su aporte a la historia y cuidó su platillo de delirio.

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