martes, 5 de abril de 2005

Favelas en Bogotá




En la zona más lujosa de Bogotá, desde la habitación del hotel Howard Johnson se ven unas casitas precarias desparramadas sobre la sierra. Contrastes. Fue la primera vez en la ciudad, que no era igual a la ciudad que muestran las noticias. Fachadas estilo inglés, mucho ladrillo y calles limpias. Todo parece funcionar aunque hacía poco tiempo que una incursión de la guerrilla había secuestrado a todos los miembros del máximo tribunal de Justicia. La cotidianeidad del asombro.
En ese hotel leí los diarios y sentí el contraste: un país en guerra que se da el lujo después de toda una historia de violencia de negarlo. El conflicto tiene matices y algunos pueden ignorarlo. Pero desde la ventana del hotel no se ve. Está allá, lejos, en la selva, en las sierras, en las zonas cafetaleras y los valles. Una amiga de los servicios de inteligencia me hablaría con flashes literarios de las brutalidades recíprocas entre los bandos. Guerrilla y militares. Guerrilla y policía. Guerrilla y paramilitares. Paramilitares y militares. Bandas alquiladas. Variada oferta de facciones.
Tiempo después, descubrí en la pantalla a la actriz que fotografíaban mientras repasaba los diarios en el lobby. Rosario Tijeras es la película, Medellín el escenario y las vidas en torno al narcotráfico el tema. Pero entre tantas tramas ocultas me llevé una foto de los ranchitos, como testimonio de que había algo de real en tanto absurdo.

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